La
primera huelga feminista de la historia tuvo lugar en Islandia, el 24 de
octubre de 1975. En aquella época, en España, terminaba la
dictadura que había relegado a la mujer de nuevo a la trastienda de la vida, al
papel de ama de casa, después de los ilusionantes avances de la II República,
años en los que se había conseguido el voto femenino, se reguló el acceso de
las mujeres a cargos públicos, y se avanzó considerablemente en derechos para
la mujer. Terminaba la dictadura después de 40 años de parada
cardiorespiratoria de nuestro estado, de nuestro progreso y de nuestro
desarrollo social. Se inició entonces la reconstrucción de las ideas
básicas que articulan cualquier sociedad moderna, y comenzaron encendidos debates
sociales que por obvios, resultaban desesperantes. Se llegó incluso a
hacer un referéndum para aprobar o desestimar un estado de derecho
democrático. Se llevó a referéndum la ratificación de la actual
Constitución Española, que borraba de un plumazo todas las faltas de libertades
alimentadas durante décadas, entre ellas la espeluznante situación de la mujer,
consagrando en el papel al menos, la igualdad para todos y todas las
ciudadanas.
En las
siguientes cuatro décadas de democracia la mujer ha ido poco a poco
conquistando libertades, no sin la absurda resistencia del más rancio
conservadurismo: ley del aborto, ley de divorcio, más autocontrol sobre
su cuerpo y su sexualidad, acceso a los anticonceptivos, acceso a la formación
universitaria y al trabajo, y con ello a la independencia económica. Tan
lentamente, que aún llegamos al Siglo XXI en pañales, y lo recorremos desde
hace ya casi 20 años sin protección adecuada frente a la imparable violencia
machista, sin una regulación de derechos laborales que fomenten la equidad en
las responsabilidades que exige la vida privada familiar, como es el cuidado de
los hijos y de las personas mayores; sin que se nos caiga la cara de vergüenza
al comprobar los datos estadísticos que nos hablan de la brecha salarial y el
desigual reparto de los cargos de responsabilidad que ocupan hombres y mujeres
tanto en lo público como en lo privado; sin implantar en la educación pública
una contundente orientación hacia la igualdad; sin recuperar la memoria
histórica de las mujeres, de todas las olvidadas de la Historia. Y podríamos
afirmar que seguimos sin derribar el andamio sobre el cual se han construido
todas las desigualdades en este país.
Las mujeres somos las productoras de vida, y las que sostenemos un sistema que se alimenta de la gratuidad de cuantos trabajos realizamos en el hogar y las familias, algo de lo que se nos responsabiliza por sexo, por obligación de género, condenándonos a la desigualdad y con ella a la vulnerabilidad.
La primera huelga feminista del mundo paralizó Islandia, fue seguida por el 90% de mujeres y abrió los ojos de muchos hombres. Hoy en día es el mejor país para ser mujer. España no es el peor, pero seguimos suspendiendo en igualdad y ni siquiera podemos decir que progresamos adecuadamente. A nuestros responsables políticos no les parece urgente aplicarse en remover los cimientos que generan desigualdad. Ni en España ni en cientos de países en donde ser mujer es una condición con la que partimos en clara desventaja.
Es por ello que el movimiento feminista mundial "Paro Internacional de Mujeres" ha organizado una huelga para este 8 de marzo, que seguirán más 100 países, entre ellos España, para decir "Basta ya!, aplíquense en progresar, que las mujeres no queremos esperar más".
Mientras tanto, nuestro gobierno y su partido nos acusa de ser elitistas,
haciendo un nuevo ejercicio de su acostumbrado cinismo. No, señores,
luchamos precisamente por un mundo sin elitismos, por un mundo más justo, más
limpio, más humanizado.
El 8 de marzo, ¡Todas a la huelga!
Si Nosotras paramos, se para el mundo
Brindemos por las locas, por las inadaptadas
por las rebeldes, por las alborotadoras,
por las que no encajan,
por las que ven las cosas de una manera diferente.
No les gustan las reglas y no respetan el status-quo.
Las puedes citar, no estar de acuerdo con ellas,
glorificarlas o vilipendiarlas.
Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas.
Porque cambian las cosas.
por las que no encajan,
por las que ven las cosas de una manera diferente.
No les gustan las reglas y no respetan el status-quo.
Las puedes citar, no estar de acuerdo con ellas,
glorificarlas o vilipendiarlas.
Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas.
Porque cambian las cosas.
Empujan adelante la raza humana.
Mientras algunos las vean como locas,
nosotras vemos el genio.
Porque las mujeres que se creen tan locas
como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen."
Jack Kerouac —